domingo, 14 de febrero de 2016

La primera iglesia de Roquetas

Hay un testigo mudo que ha acompañado a Roquetas desde que era una pequeña barriada de pescadores y agricultores; un testigo que ha visto nacer y morir a largas generaciones de roqueteros pero que, como el propio Roquetas, también ha ido evolucionando, cambiando su fisionomía para adaptarse a los nuevos tiempos. Hablamos de la Iglesia de la Virgen del Rosario, la parroquia más antigua del municipio.

Iglesia de la Virgen del Rosario anterior a la restauración
de 1957. (Autor: Domingo Fernández Mateos,
en la página «Almería en cristal»)
¿Por qué surge la necesidad de construir un templo aquí hace algo más de 250 años? Hasta entonces, las funciones religiosas habían sido acogidas por una capilla del Castillo de Santa Ana, que había sido ampliado a finales del siglo XVI a partir de la Torre de las Roquetas, a la que se le añadieron varios lienzos de muralla. Esta capilla dependía de la parroquia de Vícar Viejo, y en ella atestiguamos también la más antigua devoción en nuestro pueblo, puesto que en ella veneraban una imagen de Santa Ana. Durante todo el siglo XVII la población de Roquetas, que ni siquiera existía como pueblo, se limitaba a los soldados del castillo y de las distintas torres del litoral. Sería en torno a la década de 1730 cuando habitantes procedentes de Enix, Felix y Vícar construyen los primeros cortijos alrededor de la fortaleza, dando lugar a un proceso migratorio hacia Roquetas desde los pueblos colindantes que aumentaría todavía más en la siguiente década.

Es entonces cuando se plantea la necesidad de levantar una iglesia que acoja a esta nueva población, de en torno a 200 vecinos en 1757, fecha en la que fue concluido el templo. Desconocemos cuándo se comenzó a edificar, aunque podemos suponer que fue a finales de la década de 1740. Se trata de una construcción sencilla, con una planta de cruz latina (aquella con uno de los cuatro segmentos más largo que los otros tres) y sin naves laterales. Se compone con materiales baratos como la mampostería (sillares de piedra irregulares y sin pulir) y el ladrillo. Aparte de la puerta principal, presenta otra lateral sobre la cual se encontraba el escudo del obispo del momento, que seguramente quedó destruido tras la reforma de 1957 en la que se le adosaron unas habitaciones laterales al templo.

Sobre la cubierta de la iglesia, se cuenta que una vez construidos los muros, un pescador roquetero preguntó qué techo le pondrían, ante lo que otro respondió «nos traemos un barco y se lo ponemos boca abajo». Dicho y hecho: cuando los pescadores volvieron a visitar el templo una vez acabado, corroboraron que su propuesta se había llevado a cabo. Pero la realidad es otra, y es que aunque el parecido es notable, en realidad se trata de una armadura mudéjar con una serie de tirantes que precisamente parecen simular las bancadas de un barco.

En cuanto al crucero (lugar central de la iglesia con la intersección de los brazos de su cuz), sobre él se eleva una cúpula encamonada de 13'65 metros; este tipo de cúpula típica en el Barroco se caracteriza por tener una función más estética que arquitectónica, ya que realmente no soporta ningún peso. Se trata de un tipo de cubierta realizada con cañas u otros materiales ligeros que se disimulan cubriéndolos con yeso. De hecho, si nos fijamos en el exterior de la iglesia corroboraremos que esa cúpula no funciona como soporte, ya que se encuentra coronada con una cubierta a cuatro aguas que alcanza mayor altura que la cúpula interior.

Resta hablar de la torre, en un principio mucho más baja que la actual, que data de la reforma de 1957; de hecho, inicialmente apenas sobresalía medio metro por encima del resto del templo, mientras que hoy es un elemento mucho más visible. Esta reforma también se llevó por delante un púlpito existente en el interior del templo, que hoy día ya no existe; a la vez que pintó de blanco los bloques de mampostería de la fachada, que hasta entonces habían mostrado el color natural de la piedra.

El proyecto de la iglesia se lo debemos a Buenaventura Rodriguez Tizón, más conocido como Ventura Rodriguez, quien también diseñó el Palacio de Liria y la Fuente de Cibeles en Madrid, entre muchas otras obras. En nuestra provincia le debemos la iglesia de Olula del Río, la fachada de la parroquia de San Sebastián de Almería y el Palacio del Almanzora, además de numerosas reformas en otros templos. No obstante debemos tener en cuenta que Ventura Rodríguez nunca pisó Almeria, sino que realizaba el diseño que otros arquitectos ejecutaban después in situ. Desgraciadamente desconocemos quién se encargó de dirigir la edificación, aunque no obstante sabemos que fue pagada a expensas de los roqueteros y con la ayuda del obispado de Almería.

La nueva iglesia jugó también un papel fundamental en el plano político, en las reivindicaciones de Roquetas como municipio propio frente a Felix, del cual dependía. Un edificio de semejantes dimensiones suponía una seña de identidad para el pueblo, que fue utilizada como argumento para pedir el reconocimiento de un ayuntamiento, obteniéndose en 1777.

Estado actual de la Iglesia de la Virgen del Rosario.
(Fuente: Wikimedia Commons)
Por último, nos queda explicar el patronazgo de la parroquia. En esta época eran frecuentes las epidemias de lo que las fuentes llaman «fiebres tercianas», una denominación que nos resultaría incomprensible a no ser que la sustituyamos por su sinónimo actual: la malaria o paludismo. Pese a que hoy veamos esta enfermedad como algo lejano y circunscrito al Tercer Mundo, hasta comienzos del pasado siglo XX era una afección extendida por todo el Mediterráneo. Para más señas, a finales del siglo XVIII este trastorno traía de cabeza a la población de Roquetas, que veía con absoluta impotencia enfermar y fallecer a muchos de sus habitantes (entre 1797 y 1799 se contabilizaron más de 300 muertos). Ante la desesperación por la aparición de un brote de malaria en Roquetas, se decidió elegir por sorteo el 17 de abril de 1797 una imagen de la iglesia para que fuese el patrón o patrona del pueblo; a ella se encomendarían todas las peticiones de los roqueteros para acabar con sus padecimientos.

Sería la mano inocente de un niño, Antonio Villanueva, el encargado de extraer una de las papeletas con el nombre de las distintas imágenes, resultando elegida la Virgen del Rosario. Con respecto al resto que entraron en el sorteo, entre ellas se encontraban algunas que existen todavía hoy, aunque readquiridas tras la Guerra Civil: Cristo Crucificado, Virgen del Rosario, Virgen de los Dolores, Inmaculada, Santa Ana, San José y San Marcos. Pero también otras que nadie se preocupó de encargar de nuevo, como el Ecce Homo, la Virgen del Pilar, San Pedro y San Lázaro. Cuenta la tradición que alguien reprochó que el niño llevaba la papeleta de la Virgen del Rosario en la mano antes del sorteo, por lo que se repitió, con idéntico resultado.


(Artículo escrito por Juan Miguel Galdeano Manzano y publicado en el Ideal de Roquetas, Vícar y La Mojonera en la edición mensual de febrero de 2016, en la sección «De Turaniana a Las Roquetas»)