martes, 6 de diciembre de 2016

«Fortificar es comenzar a ganar»: búnkeres en Roquetas de la Guerra Civil

Uno de los carteles propagandísticos de la
República en favor de las fortificaciones.
(Fuente: Centro Documental
de la Memoria Histórica)
En julio de 1936 un sector del ejército se sublevaba en el protectorado español de Marruecos contra el gobierno de la Segunda República Española, que había surgido de las elecciones celebradas meses antes. Al frente de los rebeldes se encontraban generales como Queipo de Llano, Sanjurjo, Mola y, por supuesto, Franco. Éstos planearon un golpe de Estado con el que hacerse rápidamente con el poder, pero que se transformó en la Guerra Civil que conocemos y que no concluiría hasta el 39.

A los pocos días un grupo de militares partidarios de la sublevación intentó tomar el poder en Almería. Sin embargo, las organizaciones sindicalistas habían armado a los obreros, que fueron reforzados por contingentes mandados por la República, garantizando la fidelidad de la ciudad al régimen democrático. Algo similar ocurrió en las provincias cercanas (salvo Granada capital), por lo que como consecuencia en los primeros meses el frente terrestre de batalla se mantuvo alejado de Almería. Pero las guerras en el siglo XX también se libraban por mar y aire.

Como nos cuenta Rafael Quirosa-Cheyrouze, profesor de Historia Contemporánea de la UAL, en el libro «Los refugios de Almería: un espacio para la vida», a finales del 36 la aviación y la marina franquista, alemana e italiana intensificaron sus ataques sobre Almería capital. Este avance en el acoso a la ciudad culminaría con el famoso bombardeo del 31 de mayo de 1937 por parte de un acorazado de la Alemania nazi. Además, en el sur de España el cerco se había ido cerrando hacia Almería tras la caída de Málaga en febrero de ese año. Como respuesta a estos continuos ataques y el inminente avance del ejército «nacional», se hizo así necesario construir un sistema que defendiese la costas españolas en manos republicanas.

El litoral almeriense ya había sido fortificado en otras ocasiones: tanto en el siglo XIV para defender el Emirato nazarí de Granada de las incursiones cristianas, como posteriormente en los siglos XVI y XVII para defenderse esta vez de los piratas berberiscos. Pero los tiempo habían cambiado mucho desde entonces y los castillos y torreones de piedra poco podían hacer ante las técnicas militares del siglo XX. La única defensa posible consistía en fortines mejor preparados, desde los que atacar con ametralladoras.

Fortín de las antenas de Aguadulce.
(Fuente: Juan Pablo Yakubiuk)
Siguiendo ahora con el recomendable libro «Castillos, fortificaciones y defensas», editado por el Instituto de Estudios Almerienses, sabemos que se redactó un Plan de Fortificaciones de Retaguardia que se puso en práctica entre el 37 y el 38, para cubrir esta necesidad de proteger el territorio republicano frente al avance del ejército rebelde. Roquetas, municipio costero por excelenecia, no fue una excepción: debemos enumerar la existencia de al menos tres búnkeres defensivos en el término municipal. Tal y como nos tiene acostumbrados el Ayuntamiento, estos pequeños monumentos tampoco son una excepción en su sistemático abandono hacia el patrimonio histórico.

Los búnkeres defensivos son construcciones parcialmente subterráneas, realizadas en hormigón armado y con una serie de aspilleras desde las que disparar. Uno de ellos se sitúa próximo a las antenas de Aguadulce, desde donde se divisan unas maravillosas vistas; junto a él hay un polvorín donde se resguardaban los soldados, que todavía permanece en pie. Próximo al faro de Roquetas había un segundo búnker, hoy desaparecido como consecuencia de la voracidad urbanística y a la nula protección por parte de las administraciones competentes. Un tercero sigue existiendo también cerca del Puerto y entre invernaderos. A éstos debemos sumar alguno más que, como nos cuentan varios testimonios, permanece oculto en parcelas privadas. En consecuencia sabemos que todavía contamos con un mínimo de dos fortines, pese a que desde el Ayuntamiento actúen como si no existiesen.

Fortín en las proximidades de El Puerto de Roquetas.
(Fuente: Juan Pablo Yakubiuk)
Estas estructuras se encuentran muy dañadas y repletas de basura, a la espera de que alguien mueva un dedo en favor de su rehabilitación; de hecho, ni siquiera gozan de ningún tipo de protección por parte de las ordenanzas municipales. Correctamente acondicionadas, se podrían convertir en un museo vivo que nos permitiría comprender mejor el transcurso de la Guerra Civil en Roquetas y en un complemente perfecto al turismo de sol y playa. La prueba está en el existoso ejemplo de los vecinos refugios de Almería.

Si hoy siguen en pie, se debe a la fortaleza de los materiales con los que se realizaron. Pero hasta que alguien se digne a protegerlos, restaurarlos y musealizarlos, nuestros búnkeres seguirán permaneciendo en pie, tristemente deteriorados por el paso del tiempo, desafiando a aquellos cuyo modelo urbanístico reside en la burbuja inmobiliaria y no en el respeto al patrimonio histórico.


(Artículo escrito por Juan Miguel Galdeano Manzano y publicado en el Ideal de Roquetas, Vícar y La Mojonera en la edición mensual de diciembre de 2016, en la sección «De Turaniana a Las Roquetas»)

martes, 1 de noviembre de 2016

El Soldado de Nápoles que visitó Roquetas

Iglesia de la Virgen del Rosario anterior a la restauración
de 1957. (Autor: Domingo Fernández Mateos,
en la página «Almería en cristal»)
Suenan campanas de difunto desde la Iglesia de la Virgen del Rosario. Unos toques pausados, pero que sobrecogen a todo el pueblo de Roquetas. Todo el mundo, grandes y pequeños, conocen su significado: la gripe se ha llevado consigo otra alma inocente.

Un pequeño grupo de monaguillos con una cruz alzada y seguidos por el cura del pueblo avanzan hacia la casa del fallecido. Para frenar la propagación de la gripe, las calles (por entonces de tierra) estaban regadas con un desinfectante, que se convierten en la nauseabunda fragancia que acompaña a este funesto cortejo.

Al acercarse a la vivienda, caía sobre sus oídos un silencio atronador, sólo roto por el murmullo de llantos y lamentos que se escuchaba en la profundidad del hogar. Un grupo de familiares y amigos rodeaban al fallecido, algunos ya enlutados, lo que añadía más oscuridad a aquel sombrío dormitorio apenas iluminado por unos cuantos candiles. Con toda seguridad, era una escena que jamás deberían haber contemplado, y menos en tantas repetidas ocasiones, aquellos de niños que acompañaban al sacerdote en su ejercicio de monaguillos.

Pequeña cúpula tradicional en
la parte antigua del cementerio.
(Fuente: Enrique Silva Ramírez)
En medio de esta escena, el sacerdote intenta consolar a los presentes, que desde aquel día tendrán que aprender a vivir sin uno de sus seres queridos. Más tarde, el cuerpo sería conducido al cementerio de Roquetas, existente desde la década de 1830, pues hasta entonces los enterramientos se realizaban en los alrededores de la iglesia o bajo el suelo de ella. Pero los entierros ya no pasaban por las calles principales de la localidad, para evitar la alarma social ante semejante desfile de desgracias.

Quedaba el fúnebre transporte de los cuerpos segados por la guadaña de la Muerte, para lo que se contó con la ayuda de los agricultores del pueblo, que cedieron sus carros para llevarlos hasta el cementerio. Serían estos mismos quienes también colaborarían en la ampliación del camposanto, pues aquella epidemia lo acabó dejando pequeño.

Tras todo este ritual se repetirían misas en honor al fallecido, tanto para los familiares que llegarían más tarde desde lugares lejanos, como de forma periódica al mes y al año. En todas ellas, y para simular la presencia del cadáver, se colocaba durante la misa un artefacto sobrecogedor: el catafalco. Se trataba de una suerte de ataúd cubierto por una tela negra, generalmente terciopelo, y rodeado de velas.
Imagen actual de un catafalco

Aquella gripe de 1918 se llamó en Europa de forma errónea «gripe española» y en España «el Soldado de Nápoles» (título que recibió una de las canciones que integraba la zarzuela «La canción del olvido», que entonces se representaba en los teatros españoles y que estaba ambientada en esta ciudad italiana). Originada en marzo de ese año en Estados Unidos, la gripe se difundió por todo el mundo en plena Primera Guerra Mundial, cebándose con Almería durante su segunda oleada en el otoño de 1918.

Por último, sólo nos queda dar las gracias a Antonio Marín Muyor, monaguillo entre 1917 y 1920, en base a cuyo testimonio hemos construido este relato, y a Gabriel Cara González e Ignacio Jiménez Carrasco por recogerlo en el segundo tomo de su «Roquetas de Mar, 1875-1935. Historia Viva».


(Artículo escrito por Juan Miguel Galdeano Manzano y publicado en el Ideal de Roquetas, Vícar y La Mojonera en la edición mensual de noviembre de 2016, en la sección «De Turaniana a Las Roquetas»)

martes, 11 de octubre de 2016

Una historia verde para la Algaida

Charca en la Algaida. (Fuente: Serbal)
Entre Roquetas y Aguadulce, como un gran pulmón verde, existe una amplio espacio natural conocido como la «Ribera de la Algaida». Aunque tibiamente revitalizado en los últimos años, lo cierto es que nunca antes la Algaida se había encontrado en un estado tan crítico: se ha usado a veces como vertedero o campo de motocross, su superficie se ha reducido notablemente y está amenazada por las urbanizaciones que el Ayuntamiento quiere construir a su alrededor. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Detengámonos primero a indagar qué significa ese extraño vocablo de «algaida». En el diccionario editado por la RAE en 1770 se dan dos acepciones que concuerdan muy bien con nuestra Ribera de la Algaida. En la primera se define como un cerro de arena que «suele el viento mudar de una parte á otra de las orillas del mar», mientras que la segunda, que quizás se acerque más, la menciona como un «bosque, ó sitio lleno de matorrales espesos».

La Algaida roquetera es una zona pantanosa que se extendía por el norte hasta la rambla de las Hortichuelas y por el sur llegaba hasta las proximidades del pueblo de Roquetas y su playa. Su carácter inundable, que todavía hoy conserva aunque algunos no quieran aceptarlo, residía en las varias ramblas que la atravesaban y que rara vez llegaban al mar. Sus aguas, por el contrario, se quedaban aquí estancadas.

No obstante, siempre fue un espacio que el ser humano supo aprovechar. Hasta el siglo XX se hacía un uso sostenible de ella, utilizando sus recursos pero cuidándola a la vez para que al año siguiente diese los mismo frutos. Aparte de la leña, el principal uso silvícola nos lo describe Francisco Torres Montes en su estudio «Nombres y usos tradicionales de las plantas silvestres de Almería»: el algazul y la sosa (o barrilla) se extraían y se quemaban para obtener de sus cenizas una especie de jabón con el que se lavaba la ropa.

Taray de la playa de los Bajos.
(Fuente: Consejería de Medio Ambiente)
Paralelamente era una territorio de pastoreo, por lo que encontramos caminos y abrevaderos en los que apacentar las reses. Un episodio hace esta zona todavía más singular: en la playa de los Bajos, ante la sorpresa de los pastores, el ganado tenía por buena costumbre lanzarse a las orillas del mar a beber agua. La explicación a tan curioso fenómeno reside en que allí manaban agua dulce subterránea.

La degradación de esta zona comenzó en el siglo XX, de mano de las Salinas de San Rafael. Una vez comprados varios terrenos en la parte sur de la Algaida, en 1905 se constituyó la compañía que construiría sobre ellos las charcas salineras. Esto supuso un primer golpe al reducir la extensión de este paraje natural, aunque por supuesto la mayor parte de él se siguió conservando. Pero las salinas también agredieron a la Algaida esta vez talando numerosos acebuches, encinas y taráis en un sector de alta densidad arbórea situado en el noroeste de la Algaida: el Bosque.

Esta madera se empleó para alimentar unos motores llamados «de gas pobre», gas que se generaba a partir de la combustión de vegetal. Por suerte todavía quedan bastantes taráis dispersos por la Algaida. Uno de es el situado en la playa de los Bajos a pocos metros de la orilla, que por suerte se encuentra protegido como «árbol singular de Andalucía».

Chorlitejo patinegro anidando
en las Salinas. (Fuente: Serbal)
¿Existen opciones de restaurar el valor ambiental de la Algaida? La mayor parte de las antiguas Salinas ha sido urbanizada, por lo que es un espacio que nunca volverá a reconquistar la Algaida. Pero las últimas charcas salineras que quedan, esas que según el plan del Ayuntamiento pronto se convertirán en una oda al ladrillo, el cemento y el hormigón, ya están siendo recuperadas por la propia naturaleza. Allí hoy se alternan en perfecta simbiosis antiguos canales y compuertas salineras con flora y fauna típica de la zona. En consecuencia, es preciso proteger y blindar ante la especulación urbanística las Salinas y toda la Ribera de la Algaida, para que con el lento paso del tiempo y la ayuda humana se fuese rehabilitando.

No queda otra, pues es evidente que esta joya roquetera que combina naturaleza y patrimonio histórico en el siglo XX y el actual XXI sólo se ha empleado para destruirse, nunca para admirarlo. De hecho, sorprende que los roqueteros hasta el siglo pasado, con menos conocimientos que hoy, nulos recursos económicos e inexistente conciencia medioambiental supieran conservar este espacio tan bien, y hoy estamos a punto de llevarlo a su colapso. La decisión es nuestra, pues ya sabemos que el pasado de la Algaida estaba teñido de color verde: de nosotros depende que su futuro no sea negro.
(Artículo escrito por Juan Miguel Galdeano Manzano y publicado en el Ideal de Roquetas, Vícar y La Mojonera en la edición mensual de octubre de 2016, en la sección «De Turaniana a Las Roquetas»)

viernes, 9 de septiembre de 2016

Urbanizando las Salinas desde 1985

Estructura industrial para transportar la sal.
Fuente: Archivo de Gabriel Cara González
Desde que el Ayuntamiento de Roquetas reactivó el pasado agosto la reparcelación de las Salinas, una larga hilera de argumentos han ido entrando por un oído de ciertos políticos roqueteros y saliendo por el otro. Con inmovilismo y tozudez siguen negando el valor natural de las antiguas charcas salineras, hoy hogar de aves y especies vegetales protegidas, al que se le suma su gran interés histórico.

En 1989 las Salinas de San Rafael echaron el cierre, pero el urbanismo ya les había hincado el diente cuatro años atrás, cuando empezó construir sobre ellas. Por aquellos entonces se extendían desde lo que hoy queda de ellas hasta el Paseo de los Baños y la Avenida de Roquetas, incluyendo el auditorio, el campo de los Bajos y la Avenida de Juan Carlos I; fue precisamente esta última zona la que ya vemos urbanizándose en una fotografía aérea de 1985. El resto pronto se vio también como zona aprovechable para la ampliación del núcleo urbano. ¿El resultado? A día de hoy sólo se conserva en torno a un 20% de su extensión total.

Si nos acercamos a las pocas charcas que no han sucumbido bajo el ladrillo, descubriremos una meticulosa estructura de canales de piedra, pequeños puentes y compuertas de madera, que regulaban la entrada de agua con alta concentración de sal proveniente de Punta Entinas. Pero esta infraestructura no era nada más que un engranaje más del sistema salinero, al que se añadían un muelle, varias barcazas, almacenes y una red de vagonetas para transportar la sal. Todo ello para producir gran cantidad un oro blanco que llegaba a diferentes países europeos y que desde 1905 generó numerosos puestos de trabajo para los roqueteros.

Si usted, estimado lector, es la primera vez que escucha hablar sobre el pasado salinero de Roquetas o nunca antes había visto las fotos que adjuntamos, quizás se deba preguntar la causa de ese desconocimiento. Tal vez sea porque al Ayuntamiento no le haya interesado que lo conozca, puesto que en ese caso todos nos preguntaríamos por qué apenas queda nada de las Salinas y, sobre todo, por qué quieren acabar con lo poco que se conserva de ellas. Pero oigan, ya va siendo hora de que nos hagamos la dichosa pregunta: ¿qué fue del patrimonio histórico salinero?

Incendio de una de las barcazas en 1993.
Fuente: Archivo de Gabriel Cara González
Las barcas encargadas de trasladar la sal a los grandes navíos que paraban frente a la costa de Roquetas pasaron a mejor vida tras una bochornosa incineración. El muelle tampoco se salvó, ya que fue arrancado de cuajo por un tractor y vendido como chatarra, destino en el que también acabaron las vagonetas y toda la estructura metálica que servía para mover la sal. Evitaremos dar los nombres de quienes protagonizaron estos lamentables atentados contra la historia de Roquetas, puesto que pretendemos criticar las actuaciones más que encontrar culpables.

Desde luego también sería completamente descabellado defender que todos los terrenos de las Salinas hubiesen permanecido intactos y sin urbanizar una vez que cayeron en la inactividad, pues Roquetas necesitaba una ampliación de su trama urbana; pero lo cierto es que habría sido muy interesante conservar algunas pequeñas charcas salineras con los elementos patrimoniales más destacados, tanto en homenaje a todos aquellos que trabajaron de sol a sol en las Salinas como por lo que hoy sería un maravilloso ejemplo de patrimonio histórico industrial.

Antiguo muelle de las Salinas.
Fuente: Archivo de Gabriel Cara González
Hace 30 años, cuando comenzó la destrucción de las Salinas de San Rafael, sólo algunos historiadores mostraron su indignación. Pero afortunadamente la situación ha ido cambiando y hoy la Historia es mucho más apreciada, tanto por ser un foco de atracción turístico como por su carácter didáctico; y más con el valor añadido de nuestras salinas al ser un lugar de anidación de aves migratorias. La urbanización de las Salinas que hace unos años se permitía, hoy levanta polémicas y en un futuro se verá como una aberración. Ahí reside ese cariz justiciero de la Historia, que con el paso de los años va poniendo a cada uno en su sitio. Y por el camino que van, todo apunta a que nuestros dirigentes serán recordados como aquellos gobernantes que prefirieron el ladrillo a la naturaleza y el patrimonio histórico.


(Artículo escrito por Juan Miguel Galdeano Manzano y publicado en el Ideal de Roquetas, Vícar y La Mojonera en la edición mensual de septiembre de 2016, en la sección «De Turaniana a Las Roquetas»)

La olvidada Turaniana

No se ve, pero existe. Nadie lo nombra, pero sigue ahí. Ninguna administración le presta atención, pero no por ello nos vamos a olvidar de él. Hablamos del maltratado yacimiento romano de Turaniana, situado en la Ribera de la Algaida, entre Aguadulce y Roquetas. Se trata del enclave arqueológico más importante del municipio, originado en torno al siglo II a.C., que lamentablemente sigue sin excavarse.

Una sombra de fatalidad lleva a este yacimiento por el camino de la amargura. Fue descubierto de forma sucesiva en tres ocasiones (1859, 1892 y 1954), con la desdicha de que cada vez que ascendía su popularidad sufría expolios y destrozos, cayendo de nuevo en repetidos olvidos. Las primeras noticias las debemos a Miguel Ruiz de Villanueva, quien entre 1862 y 1864 recogió abundantes materiales superficiales con la finalidad de donarlos al museo arqueológico de Roquetas, cuando éste existiese. 154 años después seguimos esperando a que el ayuntamiento mueva ficha.

Localización de Turaniana. (Fuente: Unidos por Turaniana)

Sería en 1991 cuando la Junta de Andalucía lo declaró «Bien de Interés Cultural» (BIC), la máxima protección posible para este tipo de bienes. Sin embargo, el daño ya estaba hecho, pues se había saqueado hasta la saciedad e incluso se habían edificado algunos chalets sobre él. Con este amparo legislativo se respondía al fuerte clamor por parte de expertos en la materia, entre los que podemos destacar a Lorenzo Cara Barrionuevo y a Jorge Cara Rodríguez, autores de Roquetas de Mar, arqueología e historia: desde la Prehistoria hasta inicios de la Edad Moderna, con la que conoceremos ese pasado romano.

Sabemos que los habitantes de Turaniana se dedicaban fundamentalmente a la pesca, la obtención de la sal y el comercio, que encontraban su perfecta simbiosis en la exportación de salazones de pescado y del famoso garum romano. Como prueba de ellos encontramos piletas para salazón y el importante portezuelo de los Bajos, que se encuentra sumergido. El trazado urbano, aunque apenas se ha excavado, se completa con varias viviendas, talleres y necrópolis.

En cuanto a los restos arqueológicos hallados, entre ellos se cuentan numerosas monedas romanas, fragmentos de ánfora, anzuelos, clavos, pequeños molinos para aceite o cereal, crisoles para fundir metal, lucernas... Entre los más destacados podemos señalar un espejo, varios capiteles de columna y una estatuilla de bronce que representa a uno de los dioses lares, protectores del hogar.

Restos de muro, una estatuilla de bronce y un capital romano hallados
en el yacimiento. (Fuente: Unidos por Turaniana y Raquel Cara)

Sabiendo esto, nos da la sensación de que el ayuntamiento no se ha percatado de que cuenta con una de las mayores joyas arqueológicas de Almería. No sólo se ha olvidado de Turaniana, sino que acumula un largo historial de atentados contra ella que desde hace años ha venido denunciando la plataforma «Unidos por Turaniana». Así, en 2003 una denuncia por arrojar escombros en la zona permitió a su vez comprobar que el ayuntamiento la había atravesado con un conducto de alcantarillado sin el permiso correspondiente.

Depósito de hormigón construido por el Ayuntamiento
de Roquetas en 2009, y que fue retirado gracias a las quejas
de Unidos por Turaniana. (Fuente: Unidos por Turaniana)
En 2008 el consistorio abrió de nuevo en canal el yacimiento para colocar una canalización de Aquamed y, puesto que las desgracias nunca vienen solas, un año más tarde construyó un depósito para residuos con 18 toneladas hormigón, provocando daños irreparables en el yacimiento. Como pasa siempre, nadie asumió su responsabilidad.

No cabe duda de que Turaniana es el principal yacimiento arqueológico del municipio, tanto por su gran extensión como por no haber sido arrasado por la alianza entre la excavadora y el ladrillo que ha dirigido a Roquetas durante décadas y que todavía quiere seguir al timón de una burbuja inmobiliaria que hizo aguas hace varios años. En su naufragio, en su hundimiento hacia el fondo de las locuras urbanísticas, también quiere llevarse por delante todo el entorno de Turaniana con la urbanización de las Salinas aprobada en el último pleno municipal. Parte del yacimiento también será arrasado, puesto que de las casi 20 hectáreas del yacimiento solamente están incluidas como Bien de Interés de Cultura entre 12 y 13 hectáreas.

¿Hasta cuándo abusará el ayuntamiento de nuestra paciencia? Hasta que se lo permitamos, sencillamente. El desconocimiento del yacimiento por parte de los roqueteros siempre se ha encontrado con la complicidad del ayuntamiento, incapaz de mover un dedo en favor la excavación y puesta en valor del enclave romano. La organización de varias rutas fotográficas y visitas guiadas indica un cambio de tendencia, pero desde luego sigue siendo insignificante en comparación con el empeño por urbanizar y devastar todo el entorno de la Ribera de la Algaida y el propio yacimiento.

En definitiva, nos encontramos ante un tenso equilibrio entre ignorancia y dejadez administrativa, que genera un círculo de olvido para Turaniana del que es imposible salir. O el ayuntamiento se moviliza, lo cual es complicado, o deberemos ser los roqueteros los que nos vistamos las togas romanas y volvamos a decir, más alto que nunca, que seguimos Unidos por Turaniana.


(Artículo escrito por Juan Miguel Galdeano Manzano y publicado en el Ideal de Roquetas, Vícar y La Mojonera en la edición mensual de octubre de 2016, en la sección «De Turaniana a Las Roquetas»)

viernes, 8 de julio de 2016

¿Por qué Roquetas no tiene casco histórico?

Si viajásemos a cualquier ciudad o pueblo, por pequeño que fuese, nos gustaría pasear por sus calles antiguas, sentir su historia y contemplar los vestigios de su pasado. De lo contrario, posiblemente ni siquiera nos molestaríamos en visitar un sitio donde no hay nada que ver. Bien, hagamos este ejercicio a la inversa: un turista que nos deleite con su visita este verano podría pedirnos que le indicásemos cómo llegar al casco histórico de Roquetas, a «la parte antigua del pueblo» dirían algunos. Nuestra respuesta oscilaría entre la mueca y el desconcierto: «Roquetas no tiene de eso», responderíamos quizás avergonzados.

1. Plaza del ayuntamiento entre 1957 y 1976.
(Fuente: Archivo de Gabriel Cara González)
Pero, ¿por qué no tenemos casco histórico? Echemos cuentas: sabemos que Roquetas existe como pueblo desde mediados del siglo XVIII, con su correspondiente ayuntamiento e iglesia. Más concretamente tenía un pequeño trazado urbano estructurado en tres ejes: la actual Plaza de la Constitución, el barrio del Puerto y la calle Real del Puerto (actual avenida de Juan Bonachera), que conectaba ambas zonas. Estamos hablando de algo más de 250 años de historia y, sin embargo, la gran mayoría de los edificaciones y casas que hoy existen en estos tres ejes son de reciente construcción; entonces, ¿qué fue de las anteriores?

Si empezamos por la plaza central del pueblo nos encontraremos con el mayor atentado contra la historia roquetera de los muchos que se han cometido: la destrucción del ayuntamiento antiguo (imagen 1 y 2). Debemos remontarnos a 1777 para explicar el origen de este edificio, cuando Roquetas dejaba de ser una pedanía autónoma de Felix para constituirse como municipio independiente. Como prueba documental de su construcción tenemos un acta capital de 1787 facilitada por Gabriel Cara Rodríguez, en la que se documenta el acarreo de piedras para su construcción.

2. Demolición del ayuntamiento antigua en noviembre de 1976.
(Fuente: Archivo de Gabriel Cara González)
Resulta lógico que el edificio necesitase reformas, puesto que las exigencias del siglo XVIII no son las mismas que las que afrontaría en el presente siglo XXI; sin embargo, habría bastado con echar mano de los edificios cercanos para acoger las nuevas instalaciones municipales o, incluso desconcentrar las distintas oficinas municipales y repartirlas por todo el municipio. Pero no. Parece que sus casi 200 años de antigüedad no fueron suficientes para indultarlo: un triste mes de noviembre de 1976 el equipo de gobierno municipal decidió demolerlo y construir el actual. Aquella excavadora, que patéticamente coronó nuestro ayuntamiento, echó abajo tanto el edificio como la memoria de los primeros roqueteros que tanto lucharon para que nuestro pueblo no fuese un simple apéndice felisario. Si el instruido lector quiere saber más acerca de nuestro antiguo ayuntamiento, puede visitar el museo del siempre acogedor Gabriel Cara, quien con mucho gusto nos enseñará una maqueta de él.

3. La única casa de lucernario que queda en la Plaza
de la Constitución. (Fuente:Realización propia)
Puesto que las desgracias nunca vienen solas, en la misma plaza vemos que han desaparecido también las viviendas antiguas que la rodeaban. ¿Todas? No, una irreductible vivienda de planta baja resiste todavía y siempre a la destrucción (imagen 3). Responde a una tipo de arquitectura burguesa del siglo XIX: el de las casas con lucernario, que presentan un patio interior cubierto con un casetón con vidrieras que deja pasar la luz. En cuanto a su exterior, lucen generalmente una puerta y grandes ventanas a ambos lados, guardando en este aspecto similitud con las casas «de puerta y ventana» típicas de Almería.

Al igual que en la Plaza de la Constitución, la Avenida de Juan Bonachera también ha sufrido un proceso paulatino de demolición del que hoy sería nuestro casco histórico. La mayor parte de las casas que aquí había fueron vendidas por sus dueños y derrumbadas para construir en su lugar bloques de pisos (imagen 4). Se trataba de viviendas muy coloridas de planta baja o de dos plantas como mucho, que respondían a la misma tipología de casa con lucernario, cuya conservación habría permitido mantener el encanto que Roquetas un día tuvo y cuyo lugar hoy lo ocupan moles de ladrillo y hormigón que hacen que esta antigua parte de la ciudad, que podría haber sido un gran recurso turístico y patrimonial, hoy sea un simple barrio residencial.

4. Una de las pocas casas antiguas en el entorno de
la Avenida Juan Bonachera. (Fuente: Realización propia)
Merece particular atención una pequeña mansión construida en 1796 por algunos conocida como la Casa de los Marines (imagen 5). Pertenecía a Miguel Ruiz de Villanueva y después fue adquirida por Juan Bonachera, de quien toma nombre la avenida en la que se encontraba. Antonio Ruiz López en su libro Roquetas de Mar - A villa la califica como «la mejor casa del pueblo»; sólo hemos podido acceder a fotos de su fachada, pero este autor nos cuenta que en su interior contaba con infinidad de habitaciones, jardines, caballerizas, un aljibe e incluso una capilla. Derrumbada hace unas décadas, nada hizo la corporación municipal de entonces por salvar esta joya roquetera.

5. Casa de los Marines en el momento de su demolición.
(Fuente: Archivo de Gabriel Cara González)
Pero hay otras dejaciones todavía más lamentables y que son protagonizadas por nuestro ayuntamiento, siempre tan despreocupado por nuestra historia: cuando es el propio gobierno municipal quien permite que las casas antiguas no detengan su estado ruinoso. El procedimiento es como sigue: ante una casa en mal estado avisan, repetidamente, a los propietarios para que las adecenten; en caso contrario y pasado un tiempo, en vez de intervenir para su rehabilitación, proceden a la declaración de ruina, que obliga su urgente demolición, muchas veces ejecutada por el propio ayuntamiento (imagen 6). ¿Acaso no sería mejor pactar con el propietario una rehabilitación y puesta en valor de las casas?

6. Antigua casa de la Avda. Juan Bonachera,
hoy desaparecida, derrumbada por el ayuntamiento.
(Fuente: Realización propia)
El caso del Puerto merece un análisis mucho más profundo que trataremos de forma individualizada en el futuro, por lo que podemos concluir con el último gran proyecto que enriqueció el centro urbano de Roquetas. Se trata de la ampliación urbana que comenzó el Instituto Nacional de Colonización en 1954, un organismo de la dictadura franquista creado para reorganizar el sector agrícola español; en el Poniente Almeriense encontró un campo de actuación ideal, pues coincidió con el desarrollo de la extracción de agua de acuíferos y con los enarenados y el cultivo bajo plástico. Además de ampliar Roquetas, también construyó El Parador, Las Marinas y El Solanillo, además de Puebla de Vícar y La Mojonera.

Como saben nuestros mayores y como se habrá percatado el lúcido lector, la ampliación del centro urbano responde a una iniciativa organizada y ejecutada desde el exterior. Precisamente en ese punto reside su singularidad: los edificios y casas de Colonización no son decisiones individualizadas y desordenadas de roqueteros, sino que forman parte de todo un proyecto urbano que preveía distintos tipos concretos de casas, edificios de servicios y un trazado regular de las calles. Repasando el libro del Instituto de Estudios Almerienses Los pueblos de colonización en Almería, las viviendas se organizaron en torno a la Plaza Alcalde Pomares (llamada entonces «Plaza de Colonización»), donde se ejecutó el conocido pórtico con arcos para albergar artesanos, comerciantes y otros servicios sociales, que albergó también el famoso Cine Cara.
7. Casa de colonización que el ayuntamiento derribó.
(Fuente: Juan Pablo Yakubiuk)

Quedan todavía algunas casas de colonización; sin embargo, el ayuntamiento no prevee la protección suficiente para evitar que sigan destruyéndose. Así lo pudimos comprobar cuando el ayuntamiento, siguiendo el mismo triste procedimiento que con la casa de la Avenida de Juan Bonachera antes nombrada, derrumbó la casa situada en la esquina entre la calle Miramar y la calle Las Marinas (imagen 7). Un descampado con vallas publicitarias ocupan hoy su lugar. Esta es Roquetas, señores, la que hace casas y las gasta en solares.

Ya sabemos por qué Roquetas no tiene casco histórico: porque el ayuntamiento no le ha prestado ni le presta atención y porque el pueblo roquetero no ha sabido valorar su historia. Desde luego, habría sido interesante mantener las primeras líneas de casas alrededor de la Plaza de la Constitución y de la Avenida Juan Bonachera, puesto que no se trata de conservar todas y cada de las casas antiguas de todos los barrios de Roquetas, pero sí de proteger una muestra representativa de ellas que recordasen a roqueteros y visitantes ese pequeño pueblo que hace poco éramos.

Flaco favor hace el ayuntamiento en su empeño de engordar la nómina de solares del pueblo y el bolsillo de unos pocos, en perjuicio del patrimonio histórico y cultural que pertenece a todos los roqueteros. Pero no está todo perdido, y aquí es donde nuestra administración municipal tiene que demostrar un cambio de actitud. Muy buena idea sería ampliar la oferta museística de Roquetas, como instalar un museo etnológico de usos y costumbres en alguna de las casas de colonización, a la vez que mostrar cómo eran en su interior. Otras líneas serían exponer cómo actuó el Instituto de Colonización tanto en Roquetas y otras localidades de nuestro municipio, o explicar los inicios de la agricultura bajo plástico, que sigue siendo un pilar fundamental para la economía roquetera. Desde luego, posibilidades no faltan.

Una ciudad que quiere ser turística no puede seguir destruyendo sus oportunidades de turismo. Una ciudad que quiere tener un centro urbano vivo no puede reducirlo a ser una zona residencial más. En definitiva, una ciudad que se proclama como tal, y que existe como pueblo desde hace más de 250 años, no puede seguir diciendo que no tiene historia.

Roquetas tiene que dejar de vivir de espaldas a su pasado, encarar todos los errores cometidos y asegurar que nunca más se volverán a perpetrar los atentados contra nuestro pasado que hemos descrito. Hasta hoy podíamos refugiarnos en el desconocimiento para no hacer nada por todo lo que tenía nuestro pueblo. Pero ahora que lo sabemos, si no hacemos nada no podremos echarle la culpa a nuestra ignorancia, sino que será responsabilidad de la incompetencia de aquellos que nos gobiernan y del consentimiento de los gobernados que lo permitimos.


(Artículo escrito por Juan Miguel Galdeano Manzano y publicado en el Ideal de Roquetas, Vícar y La Mojonera en la edición mensual de julio de 2016, en la sección «De Turaniana a Las Roquetas»)

martes, 7 de junio de 2016

Lo que queda de las Salinas de San Rafael


Tan sólo la crisis del sector inmobiliario ha conseguido paralizar, al menos temporalmente, la paulatina destrucción de las Salinas. Es ahora cuando Roquetas está a tiempo de recuperarlas y ponerlas en valor

Estructura industrial para el transporte
de la sal, desaparecida.
(Fuente: Gabriel Cara González)
Hasta no hace tanto la economía roquetera tenía un inconfundible color blanco. Montañas y montañas de sal brillaban en la retina de quienes desde el mar o tierra firme dirigían su mirada hacia este pequeño pueblo salinero. No se trataba de un trabajo baladí ni de una curiosidad más de Roquetas, sino de todo un sector fundamental para el sostenimiento de sus habitantes junto con la agricultura y la pesca.

Extensión de las Salinas de San Rafael en 1956,
 señaladas en rojo. En verde, el canal que
provenía de las Salinas Viejas y de Cerillos.
(Fuente: Vuelo General de España de 1956)
Pero estos dos sectores no siempre podían llevarse a cabo en las mejores condiciones. Por un lado el salitroso suelo, también pobre en nutrientes, producía continuamente cosechas de mala calidad, situación que se veía redondeada por los fuertes vientos que destrozaban cualquier vegetal que osase permanecer derecho. Por otro, la pesca se hacía imposible en días de temporal, permaneciendo largas jornadas sin salir a faenar. En consecuencia, la industria de la sal constituía una fuente de trabajo innegable para muchos roqueteros, que la compaginaban con estas dos actividades.

Como cuenta el historiador Gabriel Cara en «Roquetas de Mar. 400 años de Historia», el primer aprovechamiento documentado de la sal en la zona se lo debemos a los fenicios, seguidos de romanos y árabes. Ya en manos de la corona castellana se convierten en un bien público que se arrendaba a personas pudientes del municipio para que se encargasen de su explotación. Eran frecuentes los pleitos y disputas entre los arrendatarios y el ayuntamiento. Esta situación cambian en el 1900, cuando las salinas son subastadas al igual que muchas otras de España; serán adquiridas por la familia Acosta, que también gestionaba las de Cabo de Gata, para más tarde en 1925 inscribirse en la Unión Salinera, una agrupación de pequeños propietarios.

Uno de los pocos tramos que queda del canal que unía
las Salinas Viejas y de Cerrillos con las de San Rafael.
(Fuente: Realización propia)
El conjunto salinero estaba formado por las Salinas Viejas, las de Cerrillos y las de San Rafael. Las Salinas Viejas se encuentran al sur del municipio, protegidas hoy al estar incluidas en el paraje natural de Punta Entinas-Sabinar; las de Cerillos están en la misma zona, si bien ya en el que era el término municipal de Dalías (hoy de El Ejido). Por último, las de San Rafael se encontraban sobre el barrio que conocemos como las Salinas, desde el actual Paseo de los Bajos hasta la Ribera de la Algaida.

Desde mediados del siglo XX las Viejas y las de Cerillos quedaron unificadas, para un año más tarde coordinarse con las de San Rafael formando un sistema complementario muy interesante. En las primeras no se extraía la sal sino que se conducía el agua, ya con una alta concentración de sal a causa de la evaporación, a las de San Rafael a través de un canal hoy desaparecido en la mayor parte de sus tramos. Era aquí donde se extraía la sal, se acumulaba y se embarcaba para su exportación. Finalmente en los años 80 las salinas roqueteras dieron sus últimos coletazos y cayeron en la inactividad.

Evolución del trazado de las salinas sobre un plano actual de
Roquetas, sombreando en azul lo único que queda de ellas.
Podemos tomar como referencias el CC Gran Plaza (1),
la desembocadura de la rambla (2), el Mario Park (3)
y el antiguo campo de fútbol de los Bajos (4).
(Fuente: Google Earth)
Cabría hoy preguntarnos qué queda de todo este importante pasado salinero de Roquetas. Las tres salinas se vieron fuertemente amenazadas durante los largos años de la burbuja inmobiliaria y del crecimiento urbanístico agresivo. Por suerte y tras muchas discusiones con las administraciones, las Salinas Viejas y de Cerrillos consiguieron salvarse al quedar incluidas dentro del paraje natural Punta Entinas-Sabinar. Hoy son hogar de una rica flora y fauna, entre la que destacan las aves migratorias.

Pero el futuro de las de San Rafael era mucho más incierto. Como se observa en el plano, las balsas situadas entre la rambla y el Paseo de los Baños fueron inmediatamente urbanizadas. Poco a poco se fue construyendo también sobre el resto, dando lugar al actual Auditorio y una gran cantidad de bloques de pisos y chalets. Como es evidente, buena parte del actual Roquetas se ha construido a base de quitarle terreno a las salinas, quedando hoy reducidas a la zona sombreada en azul situada frente al Mario Park y el Aquarium. Pero, ¿dónde está el límite? ¿No ha sido suficiente ya la destrucción?

Si no hubiese sido por la actual crisis, seguramente hoy no quedaría nada. Mas no piense el escéptico lector que las balsas que todavía permanecen están a salvo: el fantasma del urbanismo sigue orbitando alrededor de ellas. Una espada de Damocles pende de un hilo sobre lo poco que queda de estas salinas, un hilo que hasta hace poco el Ayuntamiento de Roquetas parecía dispuesto a cortar.

Las Salinas de San Rafael son un bello lugar donde practicar
la fotografía. (Fuente: Javier Rodríguez Herrada)
Sin lugar a dudas, arrasar con las pocas balsas que quedan sería un grave error histórico. Otros ayuntamientos, y quien sabe si algún día el nuestro, verían en ellas una gran oportunidad turística y patrimonial, de mostrar a roqueteros y visitantes una industria salinera que en un tiempo pasado fue fundamental para la vida de nuestro pueblo. Un pequeño museo, un centro de interpretación para los visitantes, fotografías, rutas entre las tres salinas, visitas de escolares... El presente nos está brindando una oportunidad generosa; esperamos que la altura de miras de la política roquetera también lo sea.


(Artículo escrito por Juan Miguel Galdeano Manzano y publicado en el Ideal de Roquetas, Vícar y La Mojonera en la edición mensual de junio de 2016, en la sección «De Turaniana a Las Roquetas»)

lunes, 9 de mayo de 2016

El terremoto de 1804 en Roquetas


Este seísmo se llevó por delante la vida de 162 roqueteros a causa del derrumbe de numerosas viviendas y edificios; entre ellos, el Castillo de Santa Ana

Por todos es conocido que el Sureste de la Península Ibérica acumula buena parte de la actividad sísmica de nuestro país, provocada por la confluencia entre las placas tectónicas africana y la euroasiática. Lo supiesen entonces o no, un trágico 25 de agosto de 1804 los habitantes de Roquetas lo sufrieron en sus propias carnes.

Ruinas del Castillo de Santa antes de su reconstrucción.
(Fuente: Archivo de Gabriel Cara González)
Para obtener más información al respecto, podemos acudir al catedrático Manuel Espinar Moreno, quien contribuye a la obra «El estudio de los terremotos en Almería» con un capítulo sobre la historia sísmica de nuestra provincia. Así, nos cuenta que en el propio 1804 durante los meses de enero y febrero ya habían ocurrido en la zona que va desde Motril hasta Almería capital varios terremotos, cada uno con sus respectivas réplicas. Esto provocó notables retiradas o avances del mar y el derrumbe de las torres de distintas iglesias de la Alpujarra y otros pueblos.

Pero la serie de seísmos más destructora ocurrió entre el 22 y el 28 de agosto. Imaginemos por un momento el pánico general de la población en aquellos días, desprovista de la información al minuto que disfrutamos hoy y con unas viviendas poco preparadas ante terremotos. Como nos muestran los textos históricos, el único remedio posible consistía en salir a las calles ante la mínima sacudida para evitar ser sepultados por sus propias casas. Incluso las más altas instituciones tomaron medidas: el ayuntamiento de Almería y el cabildo de la Catedral realizaban sus reuniones en las plazas de la ciudad.

Placa en la entrada del Castillo de Santa Ana que recuerda
el terremoto de 1804. (Fuente: Realización propia)
Un pequeño temblor a las 7 de la mañana de aquel 25 de agosto servía como presagio del gran terremoto que llegaría unos minutos más tarde. Numerosas casas se hundían o directamente se desplomaban, sufriendo destrozos también el edificio del ayuntamiento y la iglesia de la Virgen del Rosario. Como cuenta el historiador Gabriel Cara en «Roquetas de Mar. 400 años de Historia», el propio Castillo de Santa Ana se vino abajo en su mayor parte, quedando sólo en pie el lienzo de muralla que mira al mar; en ese estado ruinoso se mantuvo hasta la reciente reconstrucción.

Según el Instituto Geográfico Nacional (IGN) y Espinar Moreno, la intensidad máxima fue de IX grados en la escala de Mercalli, quedándose en VIII para Roquetas. Conviene recordar la diferencia entre magnitud e intensidad; la primera se mide en la Escala de Richter e indica la energía que provocó el seísmo, por lo que es algo difícilmente cuantificable a nivel histórico. Por eso hablamos de intensidad, medida en la Escala de Mercalli y que muestra los daños humanos y materiales, lo cual si permite una aproximación a través de las muertes y derrumbes que nos dan las fuentes históricas-

Mapa de isosistas del terremoto del 25 de agosto de 1804,
con epicentro en Dalías. (Fuente: Manuel Espinar Moreno)
Aquel seísmo con epicentro en Dalías se llevó la vida de unas 407 personas en toda la comarca según el IGN. Concretamente en Roquetas murieron 162, de una población total que no llegaba a los 2.000 habitantes según nos transmite Enrique Silva Ramírez en su libro Roquetas de Mar. Apuntes para su Historia. No cabe duda de que supuso toda una catástrofe demográfica para nuestro pueblo, con una población ya de por sí diezmada por la malaria, que en aquella época recibía el nombre de «fiebres tercianas». El Estado por su parte reaccionó ante esta catástrofe y eximió a las zonas afectadas del pago de impuestos ese año.

Haciendo un balance general, este terremoto ha sido el más dañino ocurrido en nuestra provincia en los últimos 300 años y sólo fue superado en la zona de Andalucía Oriental por el de Arenas del Rey (Granada) en 1884. Nuestro día a día no permanece ajeno al alto riesgo sísmico al que nos enfrentamos, como prueban los pequeños terremotos ocurridos en los últimos meses. Esto demuestra y nos recuerda una vez más que la Historia es tan palpable e irremediable que desgraciadamente puede volver a repetirse en cualquier momento.


(Artículo escrito por Juan Miguel Galdeano Manzano y publicado en el Ideal de Roquetas, Vícar y La Mojonera en la edición mensual de mayo de 2016, en la sección «De Turaniana a Las Roquetas»)

viernes, 8 de abril de 2016

Una aldea andalusí en la Ribera de la Algaida: al-Biŷānis


Pese a que el conjunto arqueológico de la Ribera de la Algaida, en el que nos encontramos la romana Turaniana y al-Biŷānis, es conocido desde hace más de 150 años, ninguna administración se ha dignado a ponerlo en valor


Enterramiento musulmán en el entorno de Torrequebrada
En los últimos años la Ribera de la Algaida se ha configurado como un paraje de alta riqueza en fauna y flora, así como un marco incomparable en el que disfrutar de las playas de nuestro municipio. Pero no son el único valor que guarda. Un yacimiento arqueológico, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 1991, permanece enterrado, olvidado por obra y gracia de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Roquetas.

A la conocida Turaniana, un enclave romano de alta actividad pesquera y de salazones, la sucede en el periodo medieval una aldea musulmana que las fuentes árabes llaman al-Biŷānis, al-Binŷās o Baŷānis. El nombre lo conocemos por los geógrafos al-Udri, nacido en la vecina Dalaya (Dalías) en el siglo XI, y al posiblemente ceutí al-Idrisi. Este último, importante geógrafo musulmán del siglo XII, en su obra «Recreo de quien quiera recorrer el mundo» describe una serie de rutas de viaje. Entre ellas habla del camino de Almería a Málaga, donde aparece esta al-Biŷānis como una alquería situada a 6 millas al oeste de Almería, ruta que continúa hacia Berja y Dalías. También se nombra un torre desde donde se encendía fuego para avisar de barcos enemigos, posiblemente una de las existentes en nuestra costa.

La Torre Quebrada en 1959, años antes
de su voladura. (Fuente: La Voz de Almería)
La extensión de al-Biŷānis no alcanzó la de Turaniana, más bien se limitó a su parte norte, en el entorno de Torrequebrada. Los restos arqueológicos que nos han llegado son igualmente escasos: cerámica medieval y un cementerio árabe, con enterramientos como el que presentamos en la imagen. Los enterramientos se hacían generalmente sin grandes riquezas, con el cuerpo apoyado sobre su costado derecho y con la cabeza mirando hacia La Meca.

Algo excepcional en un asentamiento andalusí de este tipo es su escasa inclinación hacia la agricultura y la ganadería, que sí pudieron ser practicadas en las zonas aledañas pero que no fueron la principal actividad de al-Biŷānis. Fue precisamente la pesca la principal labor de sus habitantes, que aprovecharon el portezuelo de los Bajos de época romana. No debemos pensar en un puerto de escala de los diferentes navíos, sino en un fondeadero de uso local, aunque su uso como abrigo ante los temporales es completamente plausible. Tampoco podemos olvidar la obtención de sal de las cercanas charcas, que volverían a ser explotadas en época nazarí y tras la conquista castellana no dejarían de estarlo hasta hace unas décadas.

Fragmentos de cerámica hispanoárabe hallados en el
entorno de Torrequebrada. (Fuente: Lorenzo Cara
Barrionuevo y Jorge Cara Rodríguez)
Estos datos los conocemos gracias a los objetos depositados en el Museo arqueológico de Almería, varias prospecciones y una excavación de 1993. Sin embargo, la excavación completa del yacimiento con técnicas actuales sigue siendo una tarea pendiente, por lo que todavía tenemos mucho camino por delante para conocer en todas sus dimensiones esta aldea musulmana. Sin lugar a dudas sigue siendo necesario un ambicioso proyecto de protección, excavación, rehabilitación y difusión del pasado romano y andalusí de Roquetas.

Pero esta necesidad choca contra la pared mental de algunos políticos, que siguen en una patética actitud de «si no lo veo no existe». Mientras sigan en esa línea, estarán privando a los roqueteros y a todos nuestros visitantes tanto de una potencial fuente de turismo como de un derecho fundamental: conocer nuestra historia.


(Artículo escrito por Juan Miguel Galdeano Manzano y publicado en el Ideal de Roquetas, Vícar y La Mojonera en la edición mensual de abril de 2016, en la sección «De Turaniana a Las Roquetas»)

jueves, 10 de marzo de 2016

La Semana Santa en el recuerdo

Incienso, varales, flores y tambores se vuelven imprescindibles acompañantes de la Semana Santa en cada pueblo de España. Esta celebración en Roqietas adquiere sus matices propios, caracterizada por su modesto recorrido y su dispersión en las distintas barriadas, pero a la vez por una notable variedad que convierten a nuestro municipio en un pequeño mosaico de las distintas formas de sentir estas fechas.

De lo que sí carece Roquetas es de imágenes anteriores a la Guerra Civil, pues al igual que ocurrió en tantos otros pueblos de España, era frecuente la quema de tallas religiosas por parte de los sectores más radicales. Conscientes de ello, los vecinos más devotos decidieron protegerlas en sus propias casas. Sin embargo, un chivatazo puso en conocimiento de estos grupos el paradero de las imágenes, permitiendo que fueran requisadas. Su destino fue el de tantas otras: el fuego. En este caso, fueron quemadas definitivamente en la actual Plaza de los Tres Mártires, frente a la jefatura de la policía local, provocando así una de las muchas pérdidas de patrimonio artístico de este oscuro periodo de la historia española.

Se iniciaría después, tras la implantación de la dictadura franquista, un proceso de reposición de las distintas imágenes. Una de las primeras en llegar fue la Virgen del Rosario, patrona de Roquetas desde 1797, donada en 1940 por Manuel Martín Amat; se trataba de un afamado oftalmólogo roquetero que posteriormente se trasladaría a Madrid. A él también debemos el crucificado que hoy se expone en la capilla lateral de la parroquia, adquirido en 1944 y presumiblemente llamado Cristo del Perdón. En cualquier caso, faltaba fundar una hermandad de la que siempre había carecido el municipio.

Los primeros intentos debemos buscarlos en 1956, cuando se intentó fundar una Cofradía del Santo Sepulcro. En una carta escrita por uno de sus fundadores, Francisco Estrella Pomares, a quien también debemos la fundación del Club Deportivo Roquetas en 1933, le comunica al citado Manuel Martín su nombramiento como Hermano Mayor Honorario. En agradecimiento por ello, regalaría la imagen titular del Cristo Yacente. Desgraciadamente esta hermandad no prosperó, aunque sí se sacaría en sucesivas ocasiones en procesión el Santo Sepulcro el Viernes Santo.

Cofradía de la Virgen de los Dolores

La primera fundación exitosa se la debemos a la Cofradía de la Virgen de los Dolores, que iniciaría sus pasos en 1988 a raíz de un grupo de seis familias, aprobando sus estatutos dos años más tarde. Sacaría por primera a la Virgen de los Dolores el Viernes Santo de 1991 en la procesión de la Soledad, en un trono todavía sin terminar. Esta imagen había sido encargada por un matrimonio roquetero en 1955 al valenciano Inocencio Cuesta López, en sustitución de la anterior talla de la Escuela Murciana que se quemó durante la Guerra Civil.

Cristo del Perdón en el Jueves Santo de 1997.
(Fuente: Archivo de la Cofradía de la Virgen de los Dolores)
Esta hermandad experimentó un crecimiento vertiginoso en el número de hermanos y penitentes. También aprovechó las imágenes existentes en la parroquia: el Cristo Yacente de la fallida hermandad del Santo Sepulcro saldría en los siguientes años el Viernes Santo, acompañado de la Virgen de los Dolores, mientras que el Cristo del Perdón lo haría el Jueves. Este último saldría por última vez en 1999, pues la cofradía había encargado a Luis Álvarez Duarte una nueva imagen: el Cristo en su Divina Misericordia, sin duda una de las mejores obras que existen en Roquetas.

Mención aparte merece el Nazareno, que procesionó por primera vez el Miércoles Santo de 1993; se trataría de la única imagen que podría ser anterior a la Guerra Civil, pues fue traído desde Pechina en los años 40. Nada más sabemos sobre su historia anterior. Permaneció abandonado desde entonces en la parroquia de Roquetas, con un cuerpo de madera que sería desechado; poco más que el torso y la cabeza quedaba de él cuando fue condenado a la destrucción, pero fue rescatado por Joaquín Ojeda, hermano mayor de la hermandad y procedente de una familia de carpinteros. Le realizó unas manos y pies que consolidó en una estructura con el torso y la cabeza, estado en el que ha permanecido hasta hoy.

Hermandad de la Expiración

Cristo de la Expiración en su primera procesión
el Martes Santo de 1999. (Fuente: Archivo de
la Hermandad del Cristo de la Expiración)
En 1994 se funda una segunda hermandad en la Iglesia de la Virgen del Rosario, la del Cristo de la Expiración, con la idea de realizar una estación penitencial basada en la austeridad y el silencio. La imagen titular se encargaría ese mismo año al imaginero Jesús Curquejo Murillo, aunque habría que esperar cuatro años para la aprobación de los estatutos del Cristo de la Expiración. Sería en 1999 cuando saldría por primera vez en procesión el Cristo de la Expiración en dirección a los salones parroquiales de San Juan Bautista de las 200 Viviendas, sobre las parihuelas que se observan en la imagen a las que precisamente retornará este año 2016.

La hermandad iría progresando a lo largo de los años, desplazándose al nuevo templo de San Juan tras su construcción y adquiriendo un nuevo trono en 2001. Lo haría siempre presidida por un silencio en sus procesiones que sólo era roto por el tronar de los tambores que tanto la caracterizan. La último incorporación de esta hermandad será en 2013 con la Virgen de las Lágrimas, única dolorosa arrodillada del municipio, que fue encargada al imaginero murciano Juan José Páez.

Para finalizar, restaría hablar de las otras hermandades de Semana Santa del municipio, como son la del Cristo de la Buena Muerte de El Parador y la de María Madre de la Iglesia de El Solanillo, que desarrollaremos en futuros artículos.


(Artículo escrito por Juan Miguel Galdeano Manzano y publicado en el Ideal de Roquetas, Vícar y La Mojonera en la edición mensual de marzo de 2016, en la sección «De Turaniana a Las Roquetas»)

domingo, 14 de febrero de 2016

La primera iglesia de Roquetas

Hay un testigo mudo que ha acompañado a Roquetas desde que era una pequeña barriada de pescadores y agricultores; un testigo que ha visto nacer y morir a largas generaciones de roqueteros pero que, como el propio Roquetas, también ha ido evolucionando, cambiando su fisionomía para adaptarse a los nuevos tiempos. Hablamos de la Iglesia de la Virgen del Rosario, la parroquia más antigua del municipio.

Iglesia de la Virgen del Rosario anterior a la restauración
de 1957. (Autor: Domingo Fernández Mateos,
en la página «Almería en cristal»)
¿Por qué surge la necesidad de construir un templo aquí hace algo más de 250 años? Hasta entonces, las funciones religiosas habían sido acogidas por una capilla del Castillo de Santa Ana, que había sido ampliado a finales del siglo XVI a partir de la Torre de las Roquetas, a la que se le añadieron varios lienzos de muralla. Esta capilla dependía de la parroquia de Vícar Viejo, y en ella atestiguamos también la más antigua devoción en nuestro pueblo, puesto que en ella veneraban una imagen de Santa Ana. Durante todo el siglo XVII la población de Roquetas, que ni siquiera existía como pueblo, se limitaba a los soldados del castillo y de las distintas torres del litoral. Sería en torno a la década de 1730 cuando habitantes procedentes de Enix, Felix y Vícar construyen los primeros cortijos alrededor de la fortaleza, dando lugar a un proceso migratorio hacia Roquetas desde los pueblos colindantes que aumentaría todavía más en la siguiente década.

Es entonces cuando se plantea la necesidad de levantar una iglesia que acoja a esta nueva población, de en torno a 200 vecinos en 1757, fecha en la que fue concluido el templo. Desconocemos cuándo se comenzó a edificar, aunque podemos suponer que fue a finales de la década de 1740. Se trata de una construcción sencilla, con una planta de cruz latina (aquella con uno de los cuatro segmentos más largo que los otros tres) y sin naves laterales. Se compone con materiales baratos como la mampostería (sillares de piedra irregulares y sin pulir) y el ladrillo. Aparte de la puerta principal, presenta otra lateral sobre la cual se encontraba el escudo del obispo del momento, que seguramente quedó destruido tras la reforma de 1957 en la que se le adosaron unas habitaciones laterales al templo.

Sobre la cubierta de la iglesia, se cuenta que una vez construidos los muros, un pescador roquetero preguntó qué techo le pondrían, ante lo que otro respondió «nos traemos un barco y se lo ponemos boca abajo». Dicho y hecho: cuando los pescadores volvieron a visitar el templo una vez acabado, corroboraron que su propuesta se había llevado a cabo. Pero la realidad es otra, y es que aunque el parecido es notable, en realidad se trata de una armadura mudéjar con una serie de tirantes que precisamente parecen simular las bancadas de un barco.

En cuanto al crucero (lugar central de la iglesia con la intersección de los brazos de su cuz), sobre él se eleva una cúpula encamonada de 13'65 metros; este tipo de cúpula típica en el Barroco se caracteriza por tener una función más estética que arquitectónica, ya que realmente no soporta ningún peso. Se trata de un tipo de cubierta realizada con cañas u otros materiales ligeros que se disimulan cubriéndolos con yeso. De hecho, si nos fijamos en el exterior de la iglesia corroboraremos que esa cúpula no funciona como soporte, ya que se encuentra coronada con una cubierta a cuatro aguas que alcanza mayor altura que la cúpula interior.

Resta hablar de la torre, en un principio mucho más baja que la actual, que data de la reforma de 1957; de hecho, inicialmente apenas sobresalía medio metro por encima del resto del templo, mientras que hoy es un elemento mucho más visible. Esta reforma también se llevó por delante un púlpito existente en el interior del templo, que hoy día ya no existe; a la vez que pintó de blanco los bloques de mampostería de la fachada, que hasta entonces habían mostrado el color natural de la piedra.

El proyecto de la iglesia se lo debemos a Buenaventura Rodriguez Tizón, más conocido como Ventura Rodriguez, quien también diseñó el Palacio de Liria y la Fuente de Cibeles en Madrid, entre muchas otras obras. En nuestra provincia le debemos la iglesia de Olula del Río, la fachada de la parroquia de San Sebastián de Almería y el Palacio del Almanzora, además de numerosas reformas en otros templos. No obstante debemos tener en cuenta que Ventura Rodríguez nunca pisó Almeria, sino que realizaba el diseño que otros arquitectos ejecutaban después in situ. Desgraciadamente desconocemos quién se encargó de dirigir la edificación, aunque no obstante sabemos que fue pagada a expensas de los roqueteros y con la ayuda del obispado de Almería.

La nueva iglesia jugó también un papel fundamental en el plano político, en las reivindicaciones de Roquetas como municipio propio frente a Felix, del cual dependía. Un edificio de semejantes dimensiones suponía una seña de identidad para el pueblo, que fue utilizada como argumento para pedir el reconocimiento de un ayuntamiento, obteniéndose en 1777.

Estado actual de la Iglesia de la Virgen del Rosario.
(Fuente: Wikimedia Commons)
Por último, nos queda explicar el patronazgo de la parroquia. En esta época eran frecuentes las epidemias de lo que las fuentes llaman «fiebres tercianas», una denominación que nos resultaría incomprensible a no ser que la sustituyamos por su sinónimo actual: la malaria o paludismo. Pese a que hoy veamos esta enfermedad como algo lejano y circunscrito al Tercer Mundo, hasta comienzos del pasado siglo XX era una afección extendida por todo el Mediterráneo. Para más señas, a finales del siglo XVIII este trastorno traía de cabeza a la población de Roquetas, que veía con absoluta impotencia enfermar y fallecer a muchos de sus habitantes (entre 1797 y 1799 se contabilizaron más de 300 muertos). Ante la desesperación por la aparición de un brote de malaria en Roquetas, se decidió elegir por sorteo el 17 de abril de 1797 una imagen de la iglesia para que fuese el patrón o patrona del pueblo; a ella se encomendarían todas las peticiones de los roqueteros para acabar con sus padecimientos.

Sería la mano inocente de un niño, Antonio Villanueva, el encargado de extraer una de las papeletas con el nombre de las distintas imágenes, resultando elegida la Virgen del Rosario. Con respecto al resto que entraron en el sorteo, entre ellas se encontraban algunas que existen todavía hoy, aunque readquiridas tras la Guerra Civil: Cristo Crucificado, Virgen del Rosario, Virgen de los Dolores, Inmaculada, Santa Ana, San José y San Marcos. Pero también otras que nadie se preocupó de encargar de nuevo, como el Ecce Homo, la Virgen del Pilar, San Pedro y San Lázaro. Cuenta la tradición que alguien reprochó que el niño llevaba la papeleta de la Virgen del Rosario en la mano antes del sorteo, por lo que se repitió, con idéntico resultado.


(Artículo escrito por Juan Miguel Galdeano Manzano y publicado en el Ideal de Roquetas, Vícar y La Mojonera en la edición mensual de febrero de 2016, en la sección «De Turaniana a Las Roquetas»)